P.C.B.
Siempre creí que el
desafío más grande de supervivencia que la humanidad debía enfrentar
tenía la forma de una guerra termonuclear. Pero la realidad es mucho
menos sofisticada, silenciosa y cruel que lo que podía imaginar la
ciencia ficción.
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Los PCB
(bifenilos policlorados) son organohalógenos, moléculas sumamente
tóxicas que se utilizan principalmente en forma de refrigerantes
incorporados en los condensadores y transformadores de las
subestaciones de las usinas eléctricas y tienen 209 formas de
toxicidad variable. La eliminación de estos componentes
refrigerantes es muy costosa, pero si no se eliminan bien, llegan
tarde o temprano a los océanos. Al principio se creía que la gran
masa oceánica podría disolverlos sin problema, de hecho no son
solubles en agua, pero lo son en grasas y aceites. He aquí el
problema. |
Las diatomeas son los
vegetales más pequeños del océano, también los más numerosos y
constituyen la mayor biomasa de plantas del planeta (ver Secretos Nro.
80). Las diatomeas, al igual que el resto de las plantas posee aceite,
una pequeña gota de aceite junto a su núcleo. Cuando la molécula de
P.C.B. se pone en contacto con la microscópica gotita de aceite de la
diatomea, entrará en solución inmediatamente. Puesto que la diatomea no
puede descomponer la molécula de P.C.B. simplemente se limita a
almacenarla. Lo demás es simplemente bioacumulación. Un organismo de
krill consume al menos diez diatomeas al día, una ballena consume
millones de organismos de krill, la cuenta se hace sencilla. Como las
diatomeas conforman la base de todas las cadenas alimentarias en los
océanos, todos los animales están implicados: peces, bivalbos, todo
tipo de invertebrados y, por supuesto, las ballenas y los delfines, en
los que es aún más letal por el efecto de bioagregación, ya que
amamantan a sus crías con una leche muy rica en grasas en las que se
acumulan altísimas concentraciones tóxicas.
En los Estados Unidos, el
gobierno federal prohíbe la venta de cualquier alimento que contenga
más de 2 partes por millón de P,C,B, y la ley establece que cualquier
cosa que contenga más de 50 partes por millón se tiene que eliminar
como un deshecho tóxico de alta peligrosidad. Sin embargo, análisis
recientes en tejidos de orcas capturadas en mar abierto, revelaron
concentraciones de 400 partes por millón. En belugas del golfo de San
Lorenzo se midieron concentraciones de 3.200 partes por millón. Estos
animales salvajes, se convirtieron entonces en desechos tóxicos que
nadaban. El P.C.B. provoca en los cetáceos una depresión de su sistema
inmunológico que los lleva a la muerte. Algo similar a lo que conocemos
como SIDA, pero disuelto en el mar, viajando en microscópicas plantas.
Los seres humanos hemos
logrado envenenar el mar. En tanto, encerrados en nuestra propia
necedad seguimos discutiendo en foros internacionales si las ballenas
pueden o no seguir siendo cazadas. Cuando en realidad deberíamos estar
aunando esfuerzos para encontrar un antídoto, para buscar reemplazos de
nuestra tecnología que no sean tóxicos. Aún estamos a tiempo, aún
podemos hacerlo, la humanidad debe despertar se su largo letargo y
enfrentar el problema ahora. O podemos no querer saberlo, mirar para
otro lado y quedarnos en silencio, sin hacer nada, hasta que sea
demasiado tarde.
Tito Rodriguez
Director
Instituto Argentino de
Buceo
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