Wetdoc Moderador
Ingresado: 06 Abril 2005 Lugar: Argentina
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Escrito el: 10 Enero 2014 a las 4:15pm | IP registrada
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La joya de la náutica argentina está en Piriápolis El velero regatero Fjord III, diseñado por el mítico Germán Frers, luego de una restauración de ocho meses en Maldonado, ahora está pronto para la regata de clásicos a fines de enero Al principio fue un sueño que se plasmó en peteribí. La idea surgió en la mente de Germán Frers en 1947. Había un desafío entre marinos argentinos y brasileños, que tradujeron una rivalidad en una regata entre Buenos Aires y Río de la Janeiro, con el trayecto en ese orden de ciudades. Entonces diseñó en San Isidro el plano de un barco puramente regatero, uno de los llamados “pura sangre”, un barco estilizado y aerodinámico para correr y vencer a base de vela, vientos y talento, fabricado con esa madera autóctona del norte argentino. Así nació el Fjord III, un barco que hoy tiene 66 años de edad y se encuentra tan saludable como en el momento de su botadura original, un barco insignia de la náutica argentina que estuvo ocho meses en un proceso de restauración en un astillero en Piriápolis, y que a finales de enero volverá a correr dentro de la categoría clásicos de la regata Rolex del Atlántico Sur, donde ya compitiera el año pasado- Pero en sus casi siete décadas el Fjord III tuvo un derrotero complejo, lleno de verlas izadas y miles de millas náuticas navegadas, así como sus momentos más oscuros y complicados. Fue pasando de dueño en dueño hasta que llegó a manos uruguayas, que se ocuparon de devolverle su identidad, su ADN. “Este es el barco referente de Germán Frers, que fue, lejos, la persona más conocida de la náutica de nuestra zona. Él era argentino. Diseñó muchos de los barcos que han competido en la Copa América, el evento más importante del mundo en vela. Su hijo diseña para muchos astilleros de renombre de Europa. Pero es este barco el que los lanzó a la fama”, explica a El Observador el uruguayo Scott Perry, experto en náutica y en la historia del Fjord III, y además vicepresidente de la Federación Internacional de Vela, la FIFA de la náutica en el mundo. Todos los barcos que Frers diseñó para él se llaman Fjord. Como larga tarde en esa primera regata no puede ganarla, pero su actuación ya fue sobresaliente. Luego Frers vende el barco y su siguiente dueño lo lleva a competir en la regata entre Newport y las Bermudas, frente a EEUU, a principios de la década de 1950. Hasta 1959 el barco pertenece a Raúl Decker, un argentino que se lo vende a un estadounidense de apellido Lapin, que se lo lleva a hacer el crucero de su vida, por el Pacífico y las islas de la Polinesia. En un accidente de buceo, el dueño muere y el barco queda abandonado unos cuantos años. Hasta que lo compran unos jóvenes hippies estadounidenses. “Son los años 60 y las maderas del Fjord III deben estar impregnadas de todo tipo de humos”, agrega Perry con una sonrisa. Cada década en el barco acompañó los fenómenos sociales del mundo. Cerca de Hawai el Fjord III enfrenta una tormenta muy fuerte, que obliga a sus dueños a sacarlo del agua para repararlo. Estos muchachos vivieron en él durante un tiempo en Marina del Rey, en Los Ángeles. Allí pasó unas dos décadas esperando su próximo destino marino. Después se lo compra en 1992 Marcus Koch, un jugador de fútbol americano que le hace una gran restauración al barco. Gastó una fortuna y lo recicló. Koch se lo vende a un cirujano plástico de Las Vegas, llamado David McCarthy. Este señor le hace una reforma que afecta su identidad, ya que lo lleva a ser crucero, agregándole unos detalles como un compás de un submarino de la segunda guerra mundial. McCarthy debe vender el barco por problemas de impuestos y lo compra su último dueño, que decide traerlo a sus raíces platenses y llevarlo a lo que era, un regatero nato. El barco estaba en San Francisco y lo montan en un camión que atraviesa EEUU hasta Jacksonville, Florida, donde lo cargan en un barco que lo trae a Zárate, Argentina, y de allí, a Uruguay. Luego el barco se matricula en Inglaterra y por eso tiene pintado bajo su nombre el puerto de Cowes, en la Isla de Wight. Al actual dueño le recomiendan el astillero de Federico García, en Piriápolis, y sin dudarlo manda a su equipo, comandado por el capitán y timonel del barco y gerente de proyecto, Billy Torres. “Esto es como comprar el primer coche de carreras de Enzo Ferrari”, dice Perry para dar una dimensión del valor histórico y emotivo del barco. Una de las características principales del Fjord III, que pesa 18 toneladas y su único palo mide 18 metros, es su velocidad cuando navega contra el viento. A esto se le llama ángulo de ceñida. “La explicación es que Frers lo diseñó para correr la regata hacia Río, y en esa dirección se navega básicamente contra el viento”, explica Torres bajo la lluvia pertinaz en el puerto de Piriápolis. Porque todo estaba planificado para botar al Fjord III el martes en el puerto piriapolense, pero la intensa lluvia y la tormenta eléctrica lo impidieron. Se trasladaron el mástil y la botavara. Ayer este incansable viajero de espíritu errante (tiene millones de kilómetros bajo la quilla) volvió el agua. A fines de enero competirá en una regata de barcos clásicos, aunque demuestre a los 66 años que sigue siendo un pibe.
Fuente: Elobservadormas.com.uy
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