NAVEGACIÓN

El rompehielos Irízar está nuevamente en su puerto
Volvió. Herido, remolcado, quemado, apenas escorado. Regresó a su habitual lugar de descanso. A esta Buenos Aires que lo cuidó durante 30 inviernos para que luego el coloso buque pudiera volver al Polo Sur a enfrentarse de igual a igual con ese rival casi impar, blanco y lleno de sorpresas, con aguas que se congelan y se cierran, con gruñones que se convierten en abrelatas y noches que ni la nieve más blanca aclara: la Antártida.
 


Foto: Fernanda Corbani

Ayer, el Río de la Plata recibió al emblemático rompehielos Almirante Irízar, que entró en la Dársena Sur, ayudado, pero sin perder su gallardía. Con esa proa anaranjada que jamás bajó la guardia y que a fuerza de porfía ahora esconde su popa oscura, castigada por el fuego, aquel rival inesperado que en abril del año pasado encendió una llama de desesperanza.

El querido Irízar está en Buenos Aires, lejos de sus conocidos hielos, también de su descanso. Espera, en los astilleros Tandanor, una cirugía mayor (de 97 millones de euros) que lo devuelva al agua, a esos hielos tan fantásticos como impertinentes que muchas veces se doblegaron ante la proa del rompehielos convertido en un puño certero.

Dicen que sus constructores finlandeses dirigirán la operación, que los obreros argentinos serán los enfermeros y, que, quizás, el Irízar vuelva en cuatro años a hacer patria en esa porción de tierra congelada en donde la Argentina sostiene 13 bases y una presencia histórica como ningún otro país la tiene. Buque fundamental de nuestras campañas, el Irízar cuenta con epopeyas que no todos pueden ostentar. Basta acordarse del invierno de 2002, cuando rescató de una cárcel de hielo al barco alemán Magdalena Oldendorff en el mar de Wedell. Belgrano II, la base más austral de la Argentina en el Polo Sur, lo está esperando, como lo esperan todos.

El año pasado, este cronista, que vivió el fuego arriba del Irízar, escribió: "...pero el buque no está muerto, porque toda su tripulación está viva".

Si vuelve al mar, ni los gruñones antiguos (hielos como diamantes) podrán con el rompehielos. Esperemos que los "gruñones" políticos no entorpezcan su regreso.

Fuente: Mariano Wullich
De la Redacción de LA NACION